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anta Librada fue, en tiempos pasados, la principal patrona de la ciudad y diócesis de Sigüenza, y en honor de esta virgen y mártir se levantó el insigne conjunto que constituye su retablo, su altar y su sepulcro.

El cuerpo de santa Librada lo trajo, en el siglo XII, el obispo D. Bernardo de Agén, con el fin de servir como fundamento espiritual y litúrgico de la Catedral de Sigüenza, que la venera con puro respeto y devoción, ufana de tener tan rico y precioso tesoro

Es una de las mejores obras del arte plateresco (siglo XVI). Se encuentra adherido sobre el muro norte del brazo norte del crucero en la línea del sepulcro del cardenal Mendoza de Toledo. Su traza fue concebida por Alonso de Covarrubias, en la que bajo la dirección de Francisco de Baeza intervinieron Sebastián de Almonacid, Juan de Talavera, y Petijuán, a la manera de retablo-altar-sepultura, que fue restaurado en el pontificado de D. Fernando de Andrade y Sotomayor (1640-1645) añadiéndose las cartelas. Se compone de varios cuerpos sobre zócalo con temas ornamentales. En el centro del primer cuerpo se abre una gran hornacina con arco de medio punto que cobija el altar de la santa. Contiene un precioso retablo manierista-rafaelesco, con escenas de la vida de Santa Librada, magníficas obras realizadas, en 1525-1526, por el pincel de Juan Soreda, obras que testimonian el conocimiento de las producciones, más que de Bernardo di Bello, il Pinturicchio, que de Pietro Vannucci, il Perugino, que de nuestro Giovanni da Spagna, se parecen a las de la juventud de Rafael de Sanzio, de Urbino.

En el friso de la tabla central baja de dicho retablo se adaptan, también, escenas mitológicas, como los trabajos de Hércules, que simbolizan el triunfo frente al mal.

Aunque las representaciones mitológicas tuvieron algunos precedentes medievales, Soreda empieza

a estudiarlos en una galería de temas mitológicos contenidos en la decoración pictórica del siglo XVI.

Desde la literatura latina hasta el altar de Santa Librada el recorrido se continúa.

El tema que alcanzó en España mayor cultivo fue el de Hércules, no siendo menos frecuente encontrarlo contaminado con temas cristianos en este retablo de Santa Librada. De la extensa iconografía de Hércules en el arte plateresco se recogen aquí algunos temas dibujados (como los episodios de Hércules o Alcides matando al centauro Neso, que quería robar a su esposa Deyanira; robando la boyada del rey Gerión, gigante de tres cuerpos; ahogando al gigante Caco, ladrón, por robarle sus bueyes tirándoles del rabo para dejar huellas falsas en el lugar de su huida, y finalmente sofocando, en el bosque de Nemea, a un león de terrible magnitud).

La superposición de tema mitológico con iconografía puramente cristiana es bien elocuente en este retablo de Santa Librada, en el que se representan cuatro trabajos de Hércules junto a la efigie de la santa. A sus lados, grandes escudos de D. Fadrique de Portugal, obispo fundador; los cuerpos superiores muestran, al centro, hornacina amplia que encierra urna de piedra y la arqueta de Santa Librada, patrona de la diócesis, en plata repujada, de estilo florentino (siglo XIV), donde se veneran sus reliquias. Obra importada de Italia y mandada hacer por el obispo D. Simón Girón de Cisneros, que nos ofrece en sus frentes y tapa figuras muy rudas de santas de poco más de medio cuerpo, afrontadas y dispuestas por parejas bajo frontones. El tercer cuerpo, más reducido, forma un alto frontón con escena labrada en relieve de la Anunciación de la Virgen. A los lados de las hornacinas centrales se abre una serie de ocho efigies de cuerpo entero de las hermanas de Santa Librada, nacidas todas, según leyenda, el mismo día y todas ellas declaradas santas

Este monumento, labrado en piedra caliza, procedente de Angón (Guadalajara), y espléndidamente adornado, con imaginería a lo romano (dice un documento de la época), por sí sólo bastaría para afamar el mérito de la catedral de Sigüenza, porque representa para la historia del arte nacional las primicias del plateresco, introducido en España por Alonso de Covarrubias.

El mausoleo de D. Fadrique de Portugal también es obra capital del plateresco español, de la misma época y autor que el suntuoso retablo de Santa Librada (siglo XVI), con el que forma ángulo. Se hizo en torno a 1520, y en la que es verosímil la intervención como tracista a Alonso de Covarrubias, aunque su ejecución corriese a cargo de Francisco de Baeza y sus colaboradores Sebastián de Almonacid y Juan de Talavera. Consta de un gran zócalo en cuyo centro se lee una cartela con inscripción funeraria latina alusiva a su erección a expensas del fundador Don Fadrique, hijo de los condes de Faro, descendientes de la casa real portuguesa. Sobre él se desarrolla el primer cuerpo, formado por un cuerpo central en el que campea un gran escudo del obispo fundador. A sus lados, hornacinas con imágenes de San Francisco, a la derecha; y San Andrés, a la izquierda, separados, unos de otros nichos, por series repetidas de pilastras, balaustres y frisos decorados profusamente con todo tipo de ornamentación plateresca. El segundo cuerpo tiene una gran hornacina central en la que aparece en sepultura, orante, el obispo D. Fadrique, acompañado de dos clérigos, vistiendo amplias capas pluviales. En las hornacinas laterales aparecen sendas imágenes de San Pedro y San Pablo. Por encima aún se alzan otras escenas labradas representando la Piedad, en altorrelieve, y un Calvario.

Por todas partes sorprende la prolija y bellísima ornamentación de grutescos y balaustres platerescos. Obra sin par en la arquitectura española del plateresco.

La puerta de Jaspes, así llamada por su material, que es una pudinga marmórea, entre amarilla y roja, que comunica el claustro con el brazo norte del transepto, es lo más antiguo del Renacimiento en la catedral. Es obra de comienzos del siglo XVI, se hizo en 1504, y la tuvo a su cargo el pintor toledano Francisco Guillén (1498-1509), bien impuesto en las reglas de la arquitectura clásica, si es que la trazó él mismo, lo que no consta, resultando como una simplificación de la Santa Cruz de Valladolid, aunque lo más verosímil sea que proviene del influjo italiano directo. En cuanto a talla es pobrísima, debido a la dureza del material. Consta de arco de medio punto escoltado por dos pilastras, adosadas sobre pedestales, que resultan cortas, para lo que al orden corintio de sus capiteles corresponde. Sobre ello un entablamento y friso sobre el que surgen flameros laterales. En el friso se lee: B . CARVAIAL. CAR . S . +, aludiendo al famoso cardenal de Santa Cruz, D. Bernardino López de Carvajal, que además era obispo de Sigüenza, y sus armas heráldicas van en medio del frontispicio, avenerado y dispuesto entre los dos candeleros. Un alfiz gotizante lo encuadra todo. Su disposición, especialmente singular por lo que toca a estos remates, fue repetida con insistencia en el mismo edificio de la catedral y en la casa del obispo de Portugal. Todavía trascendió al palacio de Peñaranda de Duero (Burgos), obra relacionada con otras de Sigüenza.