PROEMIO
La amable invitación, ha días, a presentar alguna comunicación para el XXIV Congreso de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España, me llevó a buscar la quietud de mi estudio, donde pergeñar algunas líneas para el fasto con que hoy se ufana, justamente, la “Sancta Ovetensis”, aunque nunca me resultó tan apasionante y provechosa la pesquisa histórica.
Entre los fondos del Archivo de la Catedral de Sigüenza ocupan un lugar preeminente las reliquias y relicarios que atesoró.
Ciertamente he de lamentar muchas pérdidas notables con motivo de los azares bélicos de la invasión napoleónica y la guerra de 1936, pero subsiste todavía, por fortuna, parte de él y de ellas.
El contenido o asunto de esta comunicación, las personas notables, entendidas corporativas, lugares (que se mencionan), etc… constituyen una verdadera y rica fuente para el mejor conocimiento del pasado.
Inicio, pues, esta comunicación, dando en ella prioridad a las reliquias y relicarios que existieron.
CAPILLA DE LAS RELIQUIAS
Frente por frente de la puerta de entrada a la Sacristía de las Cabezas, y comprendiendo el muro norte de su primera bóveda, se abre una portada, muy ornamentada, con arco de medio punto que lo perfora en su totalidad. Franqueada la reja, obra de Hernando de Arenas en el siglo XVI, se entra en una bellísima Capilla, que al llamarse de las Reliquias, tiene justificado el nombre de verdadero relicario. Es de pequeñas proporciones, pero en esta reducida Capilla rectangular, los entalladores seguntinos, después de haber labrado la Sacristía de las Cabezas, quisieron apurar las galas y finuras de sus cinceles, poblando sus muros y sobre todo su cúpula de un jardín de flores y de un cielo de Santos.
D. Fray Lorenzo de Figueroa y Córdoba, Obispo de Sigüenza (1579–1605), legó a la Capilla de las Reliquias un magnifico relicario, según se lee en sendas cartelas colocadas a la entrada de esta Capilla.
En el frente de la Capilla existen varios compartimentos o andanas, que contenían las cajas, bustos y demás relicarios que se destacan sobre el fondo de color rojo. El altar se cierra con grandes puertas de librillo artísticamente ornamentadas y fue ejecutado en el siglo XVII.
De la época del Altar-Relicario son las vitrinas o escaparates, como diríamos hoy, que ocupan sus costados, y dentro de los cuales se ven varios bustos de Santos, tallados en el siglo XVII, que llevaban en el pecho sus respectivas reliquias, según fue práctica muy usual en el siglo XVII.
RELIQUIAS
Descrito el relicario, justo es añadir algo acerca de los tesoros de piedad que encerraba en el numeroso catálogo de sus reliquias.
En un relicario de madera, dividido en muchos cajones, se registraban las siguientes reliquias: Del Pilar de Zaragoza; Santa Librada; Columna de Nuestro Señor; vestido de Santo Domingo de Silos; vestido de San Juan Bautista; Santo Sepulcro; de la exponsa; mortaja de Santo Domingo de Silos; Santa Cándida, virgen y mártir; de varias vírgenes; capa de San Raimundo; Santa Leocadia; San Isidro, confesor; Santa Inés, virgen y mártir; San Sebastián, mártir; Santa Aurelia; San Félix, mártir; Santa Lucía, virgen y mártir; San Timoteo, mártir; San Blas, mártir; San Plácido, mártir, Santa Teresa; Santa Ginés y Luciano, mártires; San Julián, confesor; San Gil Abad; San Luis; San Guillermo.
En un relicario de bronce, había las de San Felipe, Apóstol; Santa Lista y Santa Rufina.
En otro relicario, también de bronce, las de San Clemente y Santa Catalina.
En tecas separadas estaban las de San Constantino; Santos mártires Tebanos; San Sabas; San Bonifacio, mártir; San Felicísimo, mártir y la de San Pascual Bailón, en un ostensorio de plata.
También había dos urnas de cristal: la una con un cráneo y la otra con varios huesos de brazos, sin rótulo.
Además, existían en relicarios, formados por tallas de medio cuerpo, las reliquias insignes siguientes: cabeza de San Sacerdote; cabeza de Santa Úrsula y de otras tres compañeras Mártires, donadas, éstas últimas, por D. Fray Lorenzo de Figueroa y Córdoba, que se las había enviado desde Colonia (Alemania) D. Luis Peñaranda, natural de Retortillo (Soria).
La mayoría de estas reliquias no existen hoy.
Bien sabido es el entusiasmo que en la Edad Media despertaba la posesión de las Santas Reliquias, entusiasmo y devoción que se acrecentó con las Cruzadas, que importaron a Occidente memorias venerabilísimas de Tierra Santa. La Catedral de Sigüenza, edificada en este tiempo, no hay que decir si las codiciaría con ardiente afán, como los demás templos cristianos.
Del acrecentamiento que tuvieron en el siglo XV, puede juzgarse por la serie de Obispos que tuvo la Catedral de Sigüenza, que residieron en Roma, de donde por esta época era frecuente extraer cuerpos de mártires de las Catacumbas, para obsequiar con ellos a los Reyes y Obispos de toda la cristiandad. Al llegar el siglo XVI, la edificación de la Capilla destinada al Relicario, prueba que era copioso el caudal de las que la Catedral de Sigüenza poseía. A pesar de esta providencia del Cabildo, la custodia de las Reliquias dejaba mucho que desear al llegar el siglo XVII, pues hay un acuerdo del Cabildo prohibiendo en absoluto que se sacaran las Reliquias de la Catedral para llevarlas a las casas de las personas devotas que lo solicitaban. En este mismo siglo XVII, D. Lucas Núñez Moreno, Tesorero de la Catedral de Sigüenza, mandó hacer el gran relicario de talla, para la mejor custodia de las Santas Reliquias, que hoy forma el Altar-Relicario.
No hay que decir que la mayor parte de estas reliquias se hallaban engastadas en ricas tecas de plata, guarnecidas de brillante pedrería.
Esta riqueza fue sin duda la causa de que muchas se perdiesen, pues excitando la codicia de las huestes napoleónicas y de las milicias revolucionarias de 1936, robaron la mayor parte y profanaron todas, arrojándolas en montón sobre las urnas y cajones del despojado relicario.
INVASIÓN NAPOLEÓNICA
En un memorial del Archivo se lee: “Sigüenza, 5 septiembre 1813. Revisión y colocación de las Santas Reliquias que quedaron en la Capilla de las Reliquias en la S.I.C. De resulta de los saqueos que los enemigos han causado en esta ciudad en las repetidas invasiones que realizaron en ella, ocupa la mayor consideración lo destrozado y robado sacrílegamente en la S.I.C. En que olvidados de todos los sentimientos de religión y humanidad, no respetó su desmesurada avaricia las Sagradas Reliquias que en ella se conservaban, apoderados del sitio destinado para la conservación de tan precioso tesoro, desplegaron toda su barbarie en destrozar aquellos piadosos documentos de nuestra Sagrada Religión aprovechándose de sus adornos de valor, e inutilizando todos los demás en que no podían lograr este objeto codicioso, en cuyo trastorno las Santas Reliquias que contenían, o fueron sustraídas con sus mismos adornos o impíamente despreciadas y abandonas por el pavimento, entre cuyos fragmentos se han encontrado y conservado maravillosamente las que se expresan en este memorial. Las citadas reliquias son las mismas que se hallaban en la Capilla destinada para ellas en la dicha S.I.C. Antes de la devastación experimentada en ella por la entrada de las tropas francesas, y como por milagro se recuperaron, habiéndolas hallado, aunque con las señales que en el día se les advierten así de los letreros antiguos como de alguna auténtica original en pergamino, referentes a algunas de ellas, y velos que cubren las cabezas de Santa Úrsula y sus compañeras, con otras cintas de seda y distintivos bien conocidos, que por no ser de valor alguno quedaron, llevándose los enemigos todo lo que era oro y plata, de suerte que por el conocimiento práctico de los declarantes, según el dilatado manejo que han tenido muchos años en las expresadas reliquias y todas las demás circunstancias halladas en ellas, no les queda la menor duda de ser las mismas que antes había y se veneraban en la Capilla donde estaban colocadas…”
Esta suerte corrió la cabeza de Santa Librada que había sido engastada en un busto de plata, por el platero toledano Francisco, a costa del Cardenal Carvajal en el siglo XVI.
La Capilla de las Reliquias, por su riqueza artística, por los tesoros de piedad que aún encierra, por el recogimiento que inspira, es una perla de la Catedral de Sigüenza, engastada en la joya de su Sacristía de las Cabezas.
BIBLIOGRAFÍA
Actas Capitulares de la Catedral de Siguenza. Sigüenza 1813.
Peces Rata, Felipe: “Paleografía y Epigrafía en la Catedral de Sigüenza”. Sigüenza 1988.
Peces Rata, Felipe: “La fortis Seguntina”: Barcelona 2007.
Pérez Villamil, Manuel: “La Catedral de Sigüenza”. Madrid 1899.