No hace mucho se hablaba de la organería como uno de los aspectos más desconocidos de la historia de la Catedral. Penetrar en la desconocida historia del órgano de la Catedral fue uno de los móviles fundamentales que me impulsó a la realización dicho estudio.
Los tres órganos catedralicios
Una cuestión que hay que dejar aclarada ya para siempre es la relativa al número de instrumentos. Pérez Villamil, interpretando erróneamente la terminología de la época, deduce la existencia nada menos que de seis órganos; en realidad en la Catedral sólo han existido tres. De ello tenemos noticias precisas ya a comienzos del s. XVI: en las cuentas de 1514 y 1519 se habla de reparaciones en “los órganos grandes, medianos y pequeños”; también las tenemos en la centuria siguiente, año 1624: “352 rs. Que pagó a Juan Girón maestro de órganos en que se concertó por orden del cabildo el afinar los tres de esta Santa Iglesia”, y en 1772, son noticias del s. XVII, se pagan 300 rs. al organero de Tendilla “por la composición de diferentes caños y afinación de los dos órganos grande y pequeño del coro y recorrer el Realejo que sirve para las funciones particulares de dentro y fuera de la Iglesia”.
Queda claro, por tanto, que en el periodo comprendido entre el último tercio del s. XV y los acontecimientos de 1936 hubo siempre tres órganos en la Catedral de Sigüenza. El mayor de ellos, según parece, quedó instalado en el lugar que actualmente ocupa después de construirse el coro. Se utilizaba en las fiestas de solemnidades. El mediano “que tañe de ordinario” (días semidobles y simples, en términos litúrgicos), a partir de 1523 pasó del altar mayor al coro, donde se habilitó una segunda tribuna frente al órgano mayor. Y en cuanto al tercer instrumento, es el clásico realejo, pequeño órgano procesional, que existía en todas las catedrales y pueblos importantes, como, en nuestra provincia, Molina, Mondéjar o Pastrana. Se utilizaba en las procesiones de la mañana de Resurrección, en las vísperas de la Ascensión y del Corpus, así como en las fiestas de San Vicente, Santiago y San Marcos. De 1854 es un ingreso de 99 rs. “por el organillo en 9 funciones con inclusión de las ordinarias, Carmen, Santiago y Nieves”.
Tras estas anotaciones, queda precisar que nuestro discurso irá centrado en el órgano mayor, el único que queda actualmente. De ahí saldrán los datos fundamentales referidos a los otros dos instrumentos. Se hablará, por tanto, en singular: el órgano de la Catedral.
El órgano renacentista
La primera fecha a señalar es 1523. Este año el cabildo seguntino encarga al organero toledano Cristóbal Cortijo, que ya había pasado por las catedrales de Coria, Plasencia y Valladolid, la construcción de dos instrumentos que adecuarían la organería catedralicia al nuevo modelo que va gestándose en Toledo, uno de los principales centros organeros de la época. Las cuentas de 1524 registran una salida de 250.000 rs. dados a Cortijo y no se vuelve a hablar del asunto hasta 1528, año en que el cabildo entabla un largo y costoso proceso contra el organero, cuyo motivo no aparece, que llega hasta la Cancillería de Valladolid y que acabaría ganando el cabildo.
Cristóbal Cortijo construyó el órgano mediano, pero, según parece, no llegó a concluir el grande. Fue Gonzalo de Córdoba quien lo terminó, si es que no fue su total constructor. Con este importante maestro aragonés entró en contacto el cabildo en 1531. Las cuentas de Fábrica, que recogen la pintura de la caja, no hacen referencia a los costes de esta obra. Y una vez relatada la construcción del órgano, pasando por alto el capítulo de mantenimiento, entramos en el s. XVII.
Aquí es necesario hacer un inciso. La búsqueda del contraste tímbrico, uno de los factores que impulsaron la evolución del órgano, dio nacimiento en Europa al órgano de varios teclados con sus correspondientes cuerpos sonoros; en Castilla, sin embargo, se buscó una solución más económica y original: partir el teclado, de modo que la parte izquierda podía sonar de modo diferente a la derecha (por ello nuestros órganos antiguos tienen una fila de tiradores a cada lado del teclado). Esta trascendental innovación del “registro partido”, que se extendió por Castilla en el último tercio del s. XVI, llegó a Sigüenza en 1600-2 de la mano del organero norteño Vicente Alemán, si bien sólo la aplicó a tres de los registros: Docena, Orlos y Dulzaina. Sus trabajos supusieron la importante cantidad de 650 ducados. No menos importante debió ser la restauración realizada en 1663 por Jacinto del Río, que cobró 6.760 rs. “por el aderezo del órgano pequeño y lo bueno que ha hecho en el grande”; seguramente fue este maestro quien dotó al órgano del medio registro de Corneta.
Llegados a este punto podemos preguntarnos cómo era el órgano renacentista iniciado, quizá, por Cristóbal Cortijo, terminado por Gonzalo de Córdoba y reformado por Vicente Alemán y Jacinto del Río. Gracias a L. Jambou sabemos que a comienzos del s. XVII este instrumento constaba de algo más de 700 tubos distribuidos en doce registros, tres de ellos partidos, con un teclado de 42 notas. La presencia de lengüeta y del sistema de registros partidos que posibilitan el canto solista, apartaban ese órgano de la típica estética del plenum medieval.
El órgano barroco
El 31 de diciembre de 1698 hacía entrada solemne en Sigüenza el nuevo obispo D. Francisco Álvarez y Quiñones. Pocos meses después, mayo del año siguiente, el prelado manifestaba al cabildo su intención de regalar un órgano a la catedral.
De nuevo es preciso intercalar un inciso. En el último tercio del s. XVII se habían introducido en la organería dos “inventos” que acabaron de perfilar el órgano barroco castellano: el arca de ecos, que consistía en cerrar un registro, generalmente la Corneta, en un cajón de madera que el organista podía abrir y cerrar; y la trompetería exterior horizontal “en forma de artillería”, el elemento más típico, aun visualmente de nuestros órganos barrocos. Estas innovaciones vinieron de la mano de una serie de organeros vasco-navarros, entre los que destacan José Echeverría y Juan de Andueza, que llegaron al Centro e impusieron el nuevo modelo de nuestras tierras. Ambos sistemas, además de la nueva visión dada a las distintas familias de tubos, dejaron anticuados los órganos catedralicios, lo que hace que surjan en esta época una fiebre renovadora en toda Castilla: en las postrimerías del XVII y comienzos del XVIII se construyen nuevos órganos en las catedrales de Cuenca, Palencia, Toledo, Sigüenza, Ávila, Segovia… Y no sólo catedrales. En nuestra provincia, por ejemplo, todos los pueblos importantes renuevan o cambian de órganos en esta fecha; el primero Cifuentes, cuyo órgano de 1682 estaba ya dotado de Arca de ecos y trompetería exterior.
Este inciso nos aclara que el gesto del obispo D. Francisco Álvarez de regalar un órgano al cabildo encajaba perfectamente en el nuevo momento histórico de la organería hispana. A tres maestros recurrió el cabildo: Pedro Liborna de Echeverría, organero muy ligado a Cifuentes, otro de Oñate de Jambou identificado como José Echeverría, y Domingo Mendoza, que sería quien, recomendado por el cabildo de Cuenca, realizaría finalmente la obra.
Pero antes de ocuparnos del órgano es preciso hablar de otro elemento ligado a él: la caja. La caja del órgano de la catedral, la que actualmente ocupa todo el primer arco de la nave del evangelio, puede decirse que es resultado de ampliar el clásico esquema de cinco campos extendido por toda la geografía provincial, aunque aquí, lógicamente, con las dimensiones que exige el flautado de 26 que alberga su fachada. La ampliación consiste en dos torreones que flanquean el campo central y pequeños campos de tubos mudos que agrandan la caja por la parte superior hasta ocupar todo el espacio del arco. La ornamentación, a base de molduras que coronan los diversos campos y de tres tallas de ángeles con instrumentos en el centro y los extremos, no resulta excesiva; todos los relieves aparecen dorados y jaspeados en tonos claros en las partes lisas.
Esta majestuosa caja fue construida en 1700 por Juan de Arauz, “maestro de arquitectura y talla vecino de esta ciudad”, que cobró por ella cerca de 13.000 rs. Otros detalles a señalar son la procedencia de la estructura de madera: Cantalojas y Galve; y el autor de las tallas de Ángeles, que fueron 9 en un principio: Antonio de la Rota Montañés.
El primer instrumento que acogió la caja de Juan de Arauz fue el órgano construido en 1700 por Domingo de Mendoza, “maestro de órganos de su Majestad vecino de la villa de Madrid”, célebre organero de Lerín (Navarra) formado junto a Juan de Andueza. Ya había trabajado este maestro en nuestra provincia, en Casa de Uceda en los años 1692-93 inmediatamente antes de su paso por la catedral de Cuenca, y volverá a aparecer en Pastrana en 1704 construyendo un notable instrumento que todavía se conserva.
Constaba este órgano de dos teclados, 47 notas “órgano principal” y 45 “la cadereta que va a la parte de dentro”, disponía de una segunda fachada posterior en el que figuraba otro flautado de 13. Estaba dotado de las últimas innovaciones de la organería: caja de ecos y trompetería exterior horizontal. Sus más de 3.000 tubos, alimentados por cinco fuelles, se distribuían en 39 registros accionados mediante 69 tiradores. Se trataba, en suma, de una auténtica obra maestra de la organería barroca tras la que se adivina una magna concepción arquitectónica con cinco campos de sonido diferenciados y un perfecto equilibrio entre diversas familias de tubos, en las que no faltaba una nutrida representación de la llamada tubería bastarda, poco habitual en órganos normales.
Los 63.000 rs. en que se ajustó la obra de Domingo Mendoza incluía una sustancial reforma del órgano mediano: renovación de secreto, reducción y teclado y nuevos registros. Antes de todo ello ya había sustituido el antiguo realejo, lo que supuso 3.800 reales. Domingo Mendoza es, por tanto, un personaje central de la historia de la organería de la Catedral de Sigüenza.
Otro navarro, Joseph Loytegui, es el siguiente nombre a reseñar. En los años 1749-50 este maestro, afincado en Cogolludo y luego en Guadalajara y Madrid, sustituyó el realejo de Domingo Mendoza por otro nuevo, que sería semejante al que actualmente se conserva en Larranueva, restauró el órgano grande y construyó de nueva planta el órgano mediano. El capítulo de mantenimiento del s. XVIII se completa con Miguel López, de Darroca, Francisco Martínez de Resa, madrileño afincado en Tendilla, Juan Francisco y Bernardo Berdalonga, de Guadalajara (sus trabajos supusieron la importante cantidad de 14.000 rs.) y el aragonés Juan Ferrer, que cobro 13.200 rs. por restaurar el órgano y añadir “dos clarines en la mano derecha y en la izquierda otro clarín en quincena y un bajoncillo”.
El s. XIX recuperó el cargo “organero de la catedral”, perdido en el s. XVII. El primero en ocuparlo fue Juan García, vecino de Brihuega y luego de Pastrana; a él le toco ver cómo los franceses destrozaban, entre tantas otras cosas, los órganos de la Catedral. Fue, sin embargo, el organero segoviano Julián Azuara el encargado de recomponer el desastre de la francesada. Este permaneció como organero titular hasta 1854, año en que pasa a ocupar tal cargo Manuel Cisneros, soriano afincado en Guadalajara, que moriría poco después sucediéndole Pablo García y José Marlasca, de Brihuega, quienes en 1860 construyeron el pequeño órgano de San Pedro, curioso instrumento que escapa ya a los moldes barrocos. En 1878 los aragoneses Saturnino Inchaurve y José Puyó alargaron la “octava corta” de los dos teclados del órgano mayor y le instalaron un pequeño pedalero. Tras Pascual Gonzalo, que en 1898 añade el registro Oboe, Máximo Lozano cierra en 1899 la lista de organeros que “aderezaron” el órgano de Domingo Mendoza, cuya vida fue, justamente de dos siglos.
El órgano romántico
Una nueva etapa en la historia del órgano catedralicio se inicia en los albores de nuestro siglo. Ya en 1905, ante el mal estado del órgano, el cabildo se había puesto en contacto con el zaragozano Juan Roqués, quien en uno de los proyectos planteaba la eliminación de mixturas y la inclusión de los típicos registros románticos. Sin embargo, no sabemos la razón, quedó aparcado el asunto hasta 1911, año en que se vuelve a tratar no de la restauración, sino de la adquisición de un nuevo órgano que reemplazara el viejo. Ya no se acude al Sr. Roqués de Zaragoza, sino a la casa de Amezúa de Azpeitia Don Aquilino Amezúa, que más adelante construía el órgano de Molina, presentó tres proyectos de los que el cabildo, asesorado por un interesante informe del Maestro de Capilla, eligió al más completo. El nuevo órgano, cuyo coste fue de 25.700 ptas.; a las que hubo que añadirse otras 800 por algunas modificaciones introducidas, quedó terminado el 19 de julio de 1913. Desaparecía para siempre esa joya de la organería barroca castellana que fue el órgano de Domingo Mendoza.
Disponía el nuevo instrumento, el segundo que acogía la vistosa caja de Juan de Arauz, de los teclados de 5 notas (el segundo era expresivo) y pedalero de 30; sus algo más de 1.100 tubos se distribuían en 20 juegos reales accionados por 23 tiradores y 8 pedales de combinación; todo ello encuadrado en una nueva estética, la romántica.
Dos detalles nos bastan para entender lo que era en la organería la estética romántica, importada de Francia, en la segunda mitad del s. XIX; en el órgano construido por Domingo Mendoza, 17 de sus 39 juegos eran mixturas, 10 de ellas compuestas; en el de Aquilino Amezúa sólo hallamos una de estas mixturas entre 20 juegos reales. En aquel sólo encontramos, entre los fondos, 3 registros de 8 pedales: aquí lo son casi todos. Y no olvidemos los cambios de la mecánica: desaparición del registro partido, introducción de la máquina Barker, secretos neumáticos, combinaciones, separación de la consola, pedalero completo.
Si los avatares de la Invasión francesa dejaron mudo por algún tiempo el órgano barroco, también a éste lo dejaron semidestruido los de la Guerra Civil de 1936. Tras estos acontecimientos se habla siempre de “restaurar el órgano”, en singular, sin que aparezca la más mínima referencia a los otros dos órganos catedralicios, que desaparecieron para siempre. Tal restauración fue realizada en 1946 por la misma casa que lo había construido, quedando a punto el órgano para la solemne inauguración de la Catedral que tuvo lugar el 27 de julio del citado año 1946.
El órgano actual
En realidad deberíamos haber colocado como epígrafe “el órgano neoclásico”, porque, en efecto, el órgano actual encaja, aunque tímidamente, en la tendencia así denominada. Esta nueva estética, surgida también en Francia en los años 1925-40, conserva el órgano romántico la fórmula del recitado expresivo, y del barroco el justo reparto entre fondos, mixturas y lengüeta.
El órgano que hoy tiene la Catedral de Sigüenza, el tercero que desfila por la caja de Juan de Arauz, es resaltado de una profunda renovación (hay que hablar de renovación más que de restauración) llevada a cabo en los años 1986-87 por la casa Orgamusik de Alcobendas, bajo el patrocinio de la Diputación Provincial, que subvencionó los casi cinco millones que costó la obra. Renovación que afectó a los dos ámbitos fundamentales del órgano: el mecánico y el estético. La principal novedad mecánica es la introducción del sistema de transmisión electrónico, que ha permitido amplios secretos, cuyas válvulas se accionan mediante electroimanes, y bajar al coro la consola, sin olvidar las posibilidades que este sistema ofrece de acoplamientos y combinaciones fijas. En cuanto a la estética, la adición de cinco nuevos registros, tres de ellos mixturas, dan al órgano el nuevo tinte neoclásico de que hablamos arriba.
Al igual que el romántico, este órgano dispone de dos teclados de 56 notas con sus correspondientes cuerpos sonoros, el segundo en caja expresiva, y pedalero de 30. Sus aproximadamente 1.500 tubos se distribuyen en 23 juegos reales que se accionan mediante 30 plaquetas. Además de los acoplamientos comunes, está dotado de cuatro combinaciones fijas y tres botones de llamadas.
Prescindiendo de valoraciones técnicas, reservadas al organero, podemos señalar que entre los organistas, en general, se acepta de buen grado la estética neoclásica, pero se rechaza la transmisión eléctrica (no en vano decían los antiguos que tañer el órgano no consistía en bajar teclas, sino en abrir válvulas, sensación que difícilmente se obtiene en un órgano de este tipo). Aunque inmediatamente hay que advertir que tal renovación eléctrica se ha hecho sobre un órgano romántico de transmisión neumática (mixta, mejor dicho), lo que siempre resulta aceptable.
En suma, a pesar de que hoy tenemos un órgano cómodo y versátil, el recorrido histórico que hemos hecho nos obliga a mirar con añoranza la riqueza con que se manifestó la organería en la Catedral de Sigüenza en otras épocas de la historia. Aunque podemos considerar el asunto desde otra perspectiva: ya es hora de que tengamos, no sólo en la Catedral, sino en todo Guadalajara, un órgano en el que se pueda interpretar a Cabanilles, Bach y César Frank.
El órgano de San Pascual de la Catedral de Sigüenza
Donantes: El matrimonio integrado por Gaudencio García y Felisa Hernando ha querido donar a la Catedral de Sigüenza, con la que mantiene estrechos vínculos desde hace décadas, un nuevo órgano. Lo ha hecho en memoria de sus hermanos -los dos músicos-, la beata Teresa del Niño Jesús y de San Juan de la Cruz -mártir carmelita descalza- y de Julián García, canónigo de la Catedral seguntina y formador de ambos. Con esta donación expresan asimismo su amor a la Iglesia.
Constructor: El taller de Organería Acitores, de Torquemada (Palencia), recibió en octubre de 2010 el encargo del cabildo catedralicio seguntino de construir este nuevo órgano. Dicho taller, dirigido por Federico Acitores, es autor, entre otros muchos, de los grandes órganos de la Basílica de Nuestra Señora de Covadonga (Asturias), del Santuario de Santa Gema de Barcelona y de la Iglesia de Santo Domingo (Hermanas Clarisas) de Soria. El órgano se San Pascual de la Catedral seguntina consta de dos teclados y pedalero. Tiene 1.390 tubos distribuidos en 25 registros. Este nuevo órgano, de estética sonora barroca y fachada que evoca las torres de nuestra catedral, sustituye, en su mismo lugar, al construido en 1750 por el organero navarro Joseph Loytegui, que fue destruido en 1936.
Bendición e inauguración del órgano de San Pascual: Fue en la tarde del sábado 26 de noviembre de 2011, bajo la presidencia del obispo de Sigüenza-Guadalajara monseñor Atilano Rodríguez Martínez. El acto se insertó asimismo dentro de las conmemoraciones en honor de Santa Cecilia, patrona de la música. Precedió una eucaristía. Tras la bendición del nuevo órgano, el canónigo organista de la catedral de Sigüenza, Juan Antonio Marco Martínez, ofreció un hermoso y didáctico recital desde el nuevo órgano de tubos con música de Bach, Cabanilles, Arce, Mendelssohn, Walther, amén del “Te Deum” de final de Charpentier. Asistieron más de medio millar de personas, entre ellas tres decenas de sacerdotes y autoridades locales y provinciales. El uso del nuevo órgano, de sonoridad barroca y transmisión mecánica, es compatible con el uso del órgano mayor, de sonoridad romántica y transmisión eléctrica.
Juan Antonio Marco Martínez
Canónigo-Organista de la Catedral de Sigüenza