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San Martín de Finijosa

SAN MARTÍN DE FINOJOSA (1186-1192)

En el altar mayor de la iglesia, del monasterio cisterciense de Santa María de Huerta, se encuentran los sepulcros del que fue Abad de este monasterio y Obispo de Sigüenza, San Martín de Finojosa y el de su sobrino, D. Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo, profundamente ligado a la victoria de los cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa y obras de la catedral de Toledo, etc.

FAMILIARES DE SAN MARTÍN

Sus padres: D. Miguel Muñoz de Finojosa, Señor de Deza, y Dª. Sancha Gómez, de la noble familia de Almazán, Señora de Boñices.

Sus hermanos: D. Munio Sancho, que heredó el Señorío; Dª. Teresa, que se casó con Garcés de tierra de Molina; Dª. Eva, casada con Jimeno Pérez de Rada, caballero navarro.

D. Jimeno y Dª. Eva fueron los padres del Arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada.

MONASTERIO CISTERCIENSE DE SANTA MARÍA DE HUERTA

Su origen lo encontramos en Cántabos, cuando en el año 1144 venidos desde Gascuña los monjes de la orden del Císter, procedentes del monasterio de Verduns, el abad Rodolfo y otros compañeros fundan y levantan aquí en Cántabos, en las heredades cedidas al Císter por el matrimonio D. Miguel Muñoz de Finojosa y Dª. Sancha Gómez, este monasterio del Císter.

D. Martín, nacido en 1140, tiene cuatro años, tal vez quedó positivamente impresionado con la llegada de aquellos señores, vestidos con blancos hábitos, que probablemente estarían alojados en su misma casa, hombres bondadosos que llevan a todas partes la palabra del evangelio, complacientes y cariñosos con el niño.

En 1158 fallece D. Miguel, el cadáver es llevado a Santo Domingo de Silos, dándole sepultura en el enterramiento familiar. D. Martín, al regreso del entierro de su padre, con 18 años de edad, toma la decisión de ingresar en el monasterio de Cántabos, donde toma el hábito de Císter.

Dª. Sancha, su madre, en escrito dirigido a D. Blasio, abad del monasterio, dona su hijo D. Martín, como monje de la orden; dona también la villa de Boñices con todo su término, pastos, tierras, etc…; durante cuatro años D. Martín estuvo en el monasterio de Cántabos haciendo el noviciado.

En 1164 fallece el abad D. Blasio, le sucede D. Bernardo, que muere dos años después.

En 1166 D. Martín de Finojosa es nombrado abad del convento, no obstante su juventud, tiene 26 años de edad.

El abad D. Martín decide trasladar el convento a Santa María de Huerta, que cuenta con tierras de regadío. Es en 1179, con la presencia de los reyes de Castilla y cortesanos, el Obispo de Osma, el Obispo de Sigüenza D. Arderico, entre otros, cuando se coloca la primera piedra del monasterio de Santa María de Huerta.

El Abad de Huerta, D. Martín de Finojosa, de 46 años de edad, es nombrado Obispo de Sigüenza en año 1186. Su deseo era que todo el cabildo estuviese constituido por monjes de San Agustín, pero debido a que no siempre había letrados, entre ellos, tenía que admitir, para ocupar algunos puestos dentro del cabildo, a personas seculares que fueran letrados, por lo que ordena vayan dos monjes capitulares a cursar estudios a la universidad de París.

En 1189 Alfonso VIII hace donación a la iglesia de Sigüenza de la propiedad y dominio del castillo y villa, de la Riba de Santiuste, que ya fueron donados a D. Bernardo de Agén, primer obispo de Sigüenza, en el año 1130 por Alfonso VII.

REAL MONASTERIO DE LAS HUELGAS

Este monasterio de monjas del Císter fue fundado por los reyes Alfonso VIII y su esposa Dª. Leonor, con la finalidad de que fuera panteón de los reyes y sus familiares, con la categoría de cabeza y matriz de todos los conventos cistercienses de Castilla y León. Para esto que era tan difícil, por existir conventos de mayor antigüedad, los reyes lo pusieron en manos del Obispo de Sigüenza, D. Martín de Finojosa, que en septiembre de 1187 se traslada al Císter (Francia), con cartas del rey y de las abadesas de los conventos de Castilla y León, en apoyo de los deseos de los reyes castellanos.

D. Martín, tenido como una de las figuras más influyentes dentro del Císter, consiguió que esta propuesta fuese aprobada en el Capítulo General del Císter.

El abad del Císter envía a la abadesa de las Huelgas, Dª. Misol, un escrito con las firmas de los abades que concurrieron a dicho Capítulo, concediendo este privilegio, para que el Capítulo General se celebre una vez al año en el Real Monasterio de las Huelgas. Fue en el año 1189 cuando se celebró el primer Capítulo General, al que acudieron las abadesas de los conventos de Castilla y León, así como los Obispos de Burgos, Palencia y Sigüenza.

Dª. Misol, al igual que las otras monjas de este monasterio, procedían del monasterio de Tulebras (Navarra), que era la casa matriz de las monjas cistercienses.

D. Martín favoreció muy especialmente a la orden del Císter, fundando en Murel otro monasterio que, poco tiempo después, fue trasladado a Óvila; ambos lugares en la provincia de Guadalajara. Se ocupó de las obras de Santa María de Huerta; los reyes le confiaron también, dada su gran influencia, la fundación y obras del monasterio de las Huelgas.

Hay quien opina que las obras de los monasterios de Santa María de Huerta y de las Huelgas, así como de la Catedral de Sigüenza, estuvieron dirigidas por el mismo arquitecto, dado su parecido.

En 1189 fallecía la madre de D. Martín, que es enterrada en modesta sepultura en el monasterio de Huerta. Este sentimiento y su deseo de retirarse a su celda, para seguir su vida de penitencia y oración, le hace renunciar al obispado de Sigüenza en 1192, cargo que ocuparía su sobrino, D. Rodrigo, que era el Prior del Cabildo.

En 1213 va desde el monasterio de Huerta al monasterio de Óvila a visitar a sus hijos, los monjes cistercienses, para animarles a que continúen en el camino de santidad. Tal vez a despedirse; estando con ellos tiene la revelación de que va a morir, por ello se pone en marcha para llegar a Huerta, en el camino se siente muy mal y muere en Sotoca.

En Huerta le dieron sepultura junto al altar mayor. En 1558 es trasladado a un hermoso sepulcro digno de este santo, entre sus restos están todavía sus huesos, excepto la cabeza, que falta.

Durante varios días, después de abierta su sepultura, quedó perfumada esta casa, de ello fueron testigos todos los monjes.

Fue un hombre entregado al Císter.

Son datos que figuran en la Historia de la Diócesis de Sigüenza.

Marcelino Gordo Sánchez
Funcionario del Instituto Nacional de Estadísticas

Fiestas de San Roque. Sigüenza 2006