PRIMEROS APUNTES SOBRE DON JULIÁN RUIZ MARTORELL, NUESTRO PRÓXIMO OBISPO
Tomará posesión el sábado 23 de diciembre a las 11 horas en la Catedral de Sigüenza y en la tarde previa llegará a la diócesis por Alcolea del Pinar y Barbatona
Jesús de las Heras Muela
Tras cerca de trece años entre nosotros (concretamente desde el 2 de abril de 2011), don Atilano Rodríguez Martínez, asturiano de 77 años recién cumplidos, pasa ya a la condición de obispo emérito y cederá el testigo de obispo de Sigüenza-Guadalajara, el sábado 23 de diciembre, a don Julián Ruiz Martorell.
Ya están perfiladas las despedidas a don Atilano. La catedral de Sigüenza, en la capilla de San Pedro, acogerá la primera, de índole más sacerdotal, el sábado 16 de diciembre, a las 12 horas, seguida de un almuerzo fraterno. En Guadalajara, a las 19 horas del domingo 17 de diciembre, la concatedral acogerá la segunda, de características más institucionales.
Don Julián llegará a la diócesis a las 17 horas del viernes 22 de diciembre. Alcolea del Pinar será su primer destino, y después lo hará en el santuario de la Virgen de la Salud de Barbatona. Su misa de toma de posesión será en la catedral seguntina a las 11 horas del sábado 23 de diciembre. Su primera misa en Guadalajara será el martes 26 de diciembre a las 18 horas, en la concatedral. Previamente, desde el mediodía, el nuevo obispo mantendrá, en el seminario menor y colegio diocesano de Guadalajara, un encuentro navideño con el presbiterio diocesano.
Pero, ¿quién y cómo es don Julián Ruiz Martorell? Ofrecemos hoy una primera entrega acerca de su biografía, escudo y lema episcopales y algunas primeras declaraciones suyas.
Semblanza biográfica
Monseñor Julián Ruiz Martorell nació el 19 de enero de 1957 en Cuenca. Fallecido con 42 años su padre, su madre, con los ocho hijos de este matrimonio, se trasladó a Zaragoza, donde logró una plaza de enfermera. En el Seminario de Zaragoza realizó sus estudios eclesiásticos.
Fue ordenado sacerdote en Zaragoza el 24 de octubre de 1981. Obtuvo la licenciatura en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana y la licenciatura en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico.
Además de español, habla italiano, inglés y francés. Conoce bien latín, griego, hebreo y arameo. Lee alemán.
Desempeñó un muy amplio ministerio sacerdotal, centrado, sobre todo, en la enseñanza de la Teología y de la Biblia, amén de funciones de gobierno. Estos fueron sus servicios sacerdotales: párroco rural de 1981 a 1093; miembro de la parroquia de Santa Rafaela María de Porras (1988-1993); director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas Nuestra Señora del Pilar (1991-1995); capellán de la comunidad religiosa del Colegio Teresiano del Pilar (1994-2010); catedrático de Sagrada Escritura en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón (1998-2005); director del Centro Zaragoza del Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Agustín (1999-2005); delegado de Culto y Pastoral de la Basílica del Pilar, de Zaragoza (2007-2010) y vicario general de la archidiócesis (2009-2010).
Fue nombrado obispo de las diócesis de Huesca y Jaca, unidas in persona Episcopi, el 30 de diciembre de 2010, recibiendo la consagración episcopal el 5 de marzo de 2011, tomando posesión de la diócesis de Huesca, y al día siguiente, 6 de marzo, tomó posesión de la diócesis de Jaca. El 31 de octubre de 2023 fue nombrado obispo de Sigüenza-Guadalajara.
En la Conferencia Episcopal Española (CEE), desde 2020 es miembro de la Comisión Episcopal para la Evangelización, la Catequesis y el Catecumenado. Con anterioridad, de 2011 a 2020 perteneció a la Subcomisión Episcopal de Catequesis, y de 2017 a 2020, también a la Comisión Episcopal de Liturgia.
Escudo heráldico
Aparece en la zona inferior la Sagrada Escritura, de donde surge toda la vida cristiana. Rezamos con el salmo: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Salmo 119[118],105). “La palabra de Dios es viva y eficaz” (Carta a los Hebreos 4,12). La palabra no vuelve a Dios vacía: “Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo” (Isaías 55,10-11). Pedro dice a Jesús: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6,68).
En la parte superior hay dos secciones, la de la izquierda, con la representación de la Eucaristía, que es “fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia” (XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 2005). El Papa Benedicto XVI comienza la exhortación apostólica postsinodal “Sacramentum caritatis” con estas palabras: “Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor «más grande», aquel que impulsa a «dar la vida por los propios amigos» (cf. Juan 15,13)” (nº 1).
La sección de la derecha representa el Pilar, la columna de la fe, expresión de la devoción a la Madre del Señor. Escribe Benedicto XVI en el nº 49 de la encíclica “Spe salvi” (2007): “La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su «sí» abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo…”.
Detrás aparece el báculo, signo del ministerio pastoral, cayado, punto de apoyo. “Tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23 [22],4).
Abajo del escudo, en semicírculo, aparece la leyenda latina “Ut vitam habeant” (“Para que tengan vida”), frase del evangelio de san Juan (capítulo 10, versículo 10), que es el lema episcopal de monseñor Julián Ruiz.
Lema episcopal
Es un texto (“Ut vitam habeant”, en latín; en español, “Para que tengan vida”) que forma parte de una frase más extensa en la que Jesús dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Juan 10,10). Mi deseo es que sea Jesús quien hable y ponerme diligentemente a la escucha de su palabra.
El tema de la vida recorre todas las páginas de la Sagrada Escritura.
En el libro del Génesis aparece “el árbol de la vida en mitad del jardín” (Génesis 2,9). En el Apocalipsis volvemos a encontrarlo: “Y si alguien quita algo de las palabras de este libro profético, Dios quitará su parte del árbol de la vida” (Apocalipsis 22,19). También se dice: “Y quien quiera, que tome el agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22,17).
En el Deuteronomio encontramos una alternativa: “Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deuteronomio 30,15) y una exhortación: “Elige la vida” (Deuteronomio 30,19). En el libro de la Sabiduría se afirma que es Señor es “amigo de la vida” (Sabiduría 11,26).
En el mismo evangelio según san Juan, Jesús usa la expresión con frecuencia: “Yo soy el pan de vida” (Juan 6,35), “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11,25), “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Juan 14,6).
La primera conclusión del cuarto evangelio resume: “Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de sus discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20,30-31).
Juan Pablo II concluía su encíclica “Evangelium vitae” (1995) diciendo en su oración a la Santísima Virgen: “Haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida” (EV 105).